El divergente
Cuando comenzó la pandemia yo creía que no estaba en la misma situación que algunos de mis colegas docentes. La distancia obligatoria tomó por sorpresa a muchos docentes e instituciones que tuvieron que amoldarse de golpe y sin un plan. No fue mi caso.
Yo juego con herramientas tecnológicas aplicadas a la educación desde el 2004. De 2007 a 2009 fui consultor tecnológico del Departamento de Educación a Distancia de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba adonde dimos varios cursos de capacitación docente en el uso de Moodle y e-ducativa. Además, creamos cursos semi presenciales de idiomas, cursos de lecto comprensión a distancia completa y tuneamos las plataformas con herramientas que las mejoraban para el uso de lenguas.
Pero no solo tenía esa vieja conexión con la educación a distancia, sino que me había pasado todas las vacaciones actualizando mi sitio y probando distintas herramientas para empaquetar contenidos educativos. Había comparado los recursos nativos de Moodle, Adobe Captivate, eXeLearning y HotPotatoes entre otros. Estuve horas comparando la forma en que se mostraba el contenido en distintos dispositivos y pensando en cual sería la que le conviene a mis alumnos.
En marzo se suspendieron las clases presenciales y yo, que el año anterior me había paseado por todos los seminarios del doctorado en educación, me había hecho de herramientas conceptuales que me permitían imaginar llegar a objetivos de excelencia. Yo tenía un grupo de 30 alumnos de nivel intermedio/alto intermedio de entre 15 y 16 años de edad.
Mis clases tendrían contenido relevante con el volumen justo y necesario, usaría herramientas variadas, accesibles. Para que las clases fuesen fieles a mi estilo incluiría música. Mis alumnos iban a aprender todo y se iban a divertir mientras lo hacían. Con eso en mente puse manos a la obra y por un tiempo bastante largo los porcentajes de participación fueron muy buenos.
Ejemplo eXeLearning
En H5p
O en PDF
del libro con Audio
Ejemplo iSpring
Hasta que dejaron de serlo.
Remedio #1
De golpe, una semana, a pesar de mis esfuerzos, participaron poco ¿Qué pasa que mis alumnos no participan? Supuse que tenía que ver con la organización y no con mi material. Las quejas por los PDF que venían de las escuelas secundarias en gran volumen y sin explicaciones era constante ¿Se estará perdiendo inglés en un mar de materias secundarias?
Opté por la insistencia personalizada, la propuesta de opciones abiertas a los alumnos y la regularidad en fechas de entrega. Ahora los días de entrega de inglés serían fijos. Eso no solo solucionó el problema. Llevó el porcentaje de participación al 100% y yo fui verdadera y completamente feliz… por un tiempo.
Remedio #2
A las pocas semanas: otra vez cae -junto con mis pelos- la participación a menos del 50%. Yo había tenido clases de Zoom semanales que eran sesiones de Q&A, las explicaciones, el conocimiento, no estaba en esas clases. Ahí nos encontrábamos los seres humanos en cuarentena así que no importaba si en vez de 30 se unían 17 o 15.
En las últimas semanas antes de la prueba, el cambio fue radical. Pasamos de clases asincrónicas en forma de link a clases de repaso en Zoom. Como había que conectarse y en una clase semanal el 40% solía tener un inconveniente: hice 4 instancias de la misma clase cada semana. Los alumnos se anotaban el día y la hora que les quedaba mejor y en clases reducidas había más oportunidades de participación y menos chances de pasar desapercibido. Una vez más el resultado fue positivo y entre 28 y 29 de los 30 alumnos se sumaron a las clases de repaso.
Los resultados están a la vista: hay temas que este grupo maneja mejor que mis alumnos presenciales del mismo instituto y nivel del año pasado. En una clase sincrónica, uno puede participar contestando una pregunta y si se lo propone, puede relajar la atención en parte de la clase. A distancia, con tareas completas controladas para cada alumno, uno no puede escaparse. No puede relajarse. O hace la tarea o no la hace. Las notas de los exámenes fueron arrolladoramente buenas, pero…
Los límites de la reinvención
Mariana Maggio en Reinventar la Clase en la Universidad habla de reinventar. Habla de inventar el conocimiento, la propuesta de enseñanza y la teoría para la propuesta. Yo quise sorprender con el uso variado de herramientas, escribí textos nuevos para las clases: en uno contaba mi interacción con la policía tras un recital de Metallica, en otro comentaba los inconvenientes de Zoom tras una clase plagada de problemas.
¿Es eso suficiente? Maggio dice “Las propuestas en que se pone en juego la invención son aquellas en las que las decisiones no son las esperadas” pero cuando da ejemplos (tanto en el libro como en charlas sobre el tema) no da 100 ejemplos sino 3 ó 4. Siempre los mismos 3 ó 4 ejemplos. ¿Será que es difícil hacer algo verdaderamente inesperado cada clase? ¿Será que los alumnos se cansan también de lo inesperado? No sé. Tengo que leer más.
No sé por qué mis alumnos dejaron de atender mis clases varias veces a pesar de intentar contradecir todas sus quejas sobre la secundaria en cuanto a volumen, accesibilidad, lugar de la explicación y rol del docente. ¿Por qué mis alumnos dejaron de participar forzando cambios y quiebres? ¿Hasta cuando puede seguir uno cambiando y quebrando?
Las respuestas a estas preguntas, creo, nos harían mejores docentes.